Relato número 1: -

-

Así es como me siento. Una raya es mi máxima. Me muevo por ella, vivo por ella. Estoy hasta los cojones de no salirme de ella y demostrar que soy más que esa maldita raya. Estoy harto de usar maldita en vez de 'puta'. Estoy harto.

Juego a ser menos que una raya, pero no puedo. El mundo no me deja ser menos que esa raya. Soy una raya en el mundo que no puede ser menos que esa raya, que debe seguir las condiciones que otras rayas me ponen.

Alguien me dijo un día que el hombre es el ser más inteligente de todos los seres que habitan este planeta, pero no me creo nada de ello. Sino mírenme a mí.

Nací y crecí en una cuna de madera. Sostenido por el trabajo de mi familia me formé mi propio mundo, un mundo en el que nadie me ayudaba, o, al menos, eso es lo que yo quería. Yo me montaba mis juguetes, mis historias, veía los programas que me aportaban algo. Nunca quise parar de aprender, nunca. Fui uno de esos niños que todos dicen que quieren tener, no sé por qué la verdad, porque yo era normal y hacía cosas normales.

Sin embargo, cumplí más y más años y dejé de lado algunas facultades. Estaba cansado de aprender, de curiosear, y perdí, por momentos, mi sentido del humor. Me torné un sin-ilusión sin control, centrado en pantallas que le daban algo de placer.

Todo ello tuvo lugar hasta el día en el que descubrí que podía escribir. Cogí un ordenador y conté cosas que me fueron pasando desde que nací hasta ahora. Escribía sin parar cosas que sabía que no tendrían nada de productividad, y dejaba de lado a familia, amigos y pareja. Era mi mundo.

Conté que me sentía como una raya, que estaba harto de las rayas.

Conté después que intentaba no ser una de ellas, que el mundo no me dejaba serla.

Conté que me crié con una familia que me ayudó y que, de pequeño, curioseé todo lo que pude.

Conté todo eso hasta que me quedé sin nada que contar. Sigo en esas pantallas, encerrado en escribir, encerrado en mi mundo, en mi maldita vida, que no sé si me hace feliz o no. Mientras escribo, ella corre, y me cuenta, de vez en cuando, que haciendo tal y cual seré mejor persona.

Nunca me la he encontrado por la calle, pero si pudiera le diría a la vida que las cosas que hacen grande a alguien no son materiales y que el sacrificio de una persona debería ser mucho más agradecido, pues, en este jodido mundo de rayas, parece que nadie tiene un regla para medir cuáles son buenas y cuáles malas.


Por cierto, mi nombre es Trevor, y ojalá fuera verdad que hoy empecé a escribir. Sería el más feliz del mundo.

Escrito por Francisco Javier Zambrana Durán.   

Comentarios

Entradas populares