Relato Número 14: ''Ese Jóker''

Fotografía de la carta real del Jóker que encontré 

‘‘Esa sonrisa afilada. Esa inocencia en el rostro maligno. Esa mirada perdida, que te observa en cada instante en el que te postras ante él. Ese gorro tan típico de los que hacen reír, y de los que hacen llorar. Ese atuendo gracioso, pero siniestro. Esa simbología tan apasionante y tan aterradora. Ese Jóker.

            Ese me cambió la vida. Ese hizo de mi existencia todo un calvario desde el día en el que lo vi. Siempre me acompañó. No importaba en qué circunstancia estuviera, ya que siempre que él quería, acudía a verme. Siempre que jugábamos a las cartas mi pareja y yo, aparecía. Por mucho que quisiéramos descartar a todos los que hubiera, siempre venía, siempre hacía acto de presencia.

            La mirada me penetraba hasta dejarme casi ciego. No podía dormir cuando ese maldito personaje de cuento me arrastraba a soñar con su risa malévola, con sus pensamientos psicópatas; inocentes, pero psicópatas. Y así fue como viví durante 5 años, atado a una maldita obsesión, a una historia que parecía que no iba a tener jamás final.

            Estuve en psicólogos, acudí a especialistas de simbología, e incluso dejé de jugar a las cartas, pero siempre se repetía la misma historia. Él venía a mí, con distintas formas, con distintas vestimentas, según como cada baraja quisiera adornarlo en esa concreta ocasión. Era insoportable, inhumano. Me consumía a cada instante, y no sabría deciros el porqué.

            Todo ello, por suerte, terminó un día, cuando decidí asumir que siempre me acompañaría. Entonces dejé de pensar en su sonrisa, en sus vestidos, hasta en su barita. Dejé de verlo en sueños, en pesadillas, en imaginaciones de verano. Lo perdí por completo, lo extinguí, y me sentí tan sumamente bien que todo pareció dar un giro en mi vida. Era como si hubiera muerto, como si ya nadie pudiera entablar contacto con él.

             Hasta ahora. Salgo a correr, dos años después de la última vez que lo vi. Son las 10 de la noche, aunque perfectamente podría deciros que son las 8 de la tarde, porque nunca sabríais qué hora es realmente. Solo veis letras, pero yo veo una carta bocabajo. Me está observando, me está llamando. Por qué iba a estar si no en la puerta de mi casa. Es de color azul en la parte trasera, pero seguro que es blanca en la delantera. Lo sé. Siempre son blancas. Siempre tienen detalles negros. Algunas con colores, otras sin nada. Joder. Siempre la misma historia con las cartas. Siempre se repite el mismo patrón, y eso me pone de los nervios.

            Sin embargo, nada puede comparar la sensación que da el girar una carta y encontrarte con esa sonrisa afilada, esa inocencia en el rostro maligno, esa mirada perdida, que te observa en cada instante en el que te postras ante él; ese gorro tan típico de los que hacen reír, y de los que hacen llorar; ese atuendo gracioso, pero siniestro; esa simbología tan apasionante y tan aterradora. Ese Jóker.

            Ese que tengo frente a mí de nuevo’’.


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