Relato número 10: ''Viendo otra vez el gato muerto en la carretera''



''Las 9:07 de la mañana. Cuarta. Coches detrás. Límite de 40 que todos violan. A la sociedad le dan igual las normas, y los que las cumplen son estúpidos. Luce una curva en la que una persona ha perdido la vida. Los límites de la carretera están deformados por el golpe de aquel contra el hierro. Quedan restos de la zona que cercó la Policía en aquel accidente.

El mundo pasa por delante de aquel lugar como si nada. Aquel que circula a 80, doblando el límite, es el bueno. El que va a 60, superándolo en 20, es el estúpido. Con miedo a que pueda sucederle algo parecido que a lo que a aquella persona le ocurrió, frena en cierto momento al llegar a la curva. Entonces, sigue recto, manteniendo esos 60 kilómetros por hora. Tiene en su cabeza que el control del vehículo es suyo, que nada le puede hacer perderlo. De repente, algo parecido a una blusa asoma en las vías. Primero una, un poco más entera, y luego otra, más deshecha.

Día tras día observa aquella blusa, con el mismo procedimiento.

Son las 9:09 el día en el que el conductor se percata de que no es una blusa, sino que es un animal. Es un gato muerto. Está aplastado. Las tripas se han extinguido con el paso de los vehículos, se han quemado con el fuego que desprenden las ruedas de los que doblan la velocidad en el lugar. Su cabeza explotó hace semanas, justo en el momento en el que el que iba tan rápido le hizo morir en el acto. No tiene cola, pues también se la han destrozado. Lo que queda delante de él será otro gato destrozado. Otro que murió sin que a nadie le importara, aunque hace algo más de tiempo.

El conductor no tiene mucho amor por los animales, pero siempre que pasa por al lado piensa en por qué nadie quita de en medio ese cadáver. Los policías retiraron el del ser humano que falleció metros atrás, pero ese animal sigue allí, y nadie muestra el menor empeño en trasladarlo a otra zona, en taparlo al menos. Cada mañana, con el desayuno en el inicio del estómago, las arcadas le llegan a su boca cuando ve que el gato sigue allí. Unos días a las 9:08, otros a las 9:12, otros a las 9:02. Le desespera acudir a la universidad viendo cómo, además, el resto le llama la atención por ir demasiado lento.

El dolor le invade cuando mira por la ventana y presencia la evolución de los restos. Cada mañana espera que haya menos, que se vayan quemando. No cesa de recordarlo cuando vuelve, y no quiere avanzar por el mismo lugar por miedo a que le invadan esos fantasmas. A la sociedad, en cambio, le importa un bledo ese resto de ser vivo que sigue allí.

Entonces, un martes la fuerza le sale desde dentro. Ese día se levantó demasiado temprano, salió a las 6:05 de casa, y para las 6:11 ya estaba en el lugar de siempre. Había hueco para que otros coches pudieran seguir su trayecto por la parte de la derecha, pues el cadáver estaba en la izquierda. Se bajó de su vehículo y vio que nadie circulaba por la carretera todavía a esas horas. Cogió una manta y se la esparció por encima, para no verlo, para evitar ese sufrimiento, para evitar que el animal siguiera presenciando la negatividad del mundo ante lo que se le avecinaba, ante la maldita enfermedad que todos desarrollan en su mente y que les hace ver al diferente como gatos destrozados, con las tripas salidas, rotas, con la cabeza aplastada, separada del cuerpo, con el cerebro reventado.

Todos circulaban a la misma velocidad, incluida una furgoneta negra, quizá sedienta de sangre animal, que había aumentado ya el grado de hundimiento del pedal del acelerador. Pisó a fondo. Los 90 kilómetros por hora que marcaba el vehículo eran reales, así como también lo fue el colapso que se terminó formando en el lugar. El coche del joven fue destrozado por otro de mayor tamaño, y este, a su vez, sacudió al indefenso chico que terminaba de colocar la manta.

A las 9:07, su cadáver había desaparecido. El del gato seguía allí.''

Trevor comprendió mensaje. Salirse de las normas sociales puede hacerte perder la vida en un sentido metafórico o en uno literal. El diferente siempre es condenado, aunque la mayoría de veces, gracias al diferente la vida avanza. Aquel joven era diferente, pero el gato probablemente también lo fuera. Por ello, murieron de la misma manera.

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