El poder de pensar como un delfín


No creo que sea el mejor momento, ni siquiera la mejor circunstancia. Es como jugarte todo un partido con un tiro libre de O'Neal en el último segundo tras una falta cometida por Denis Rodman. No lo es. Así como en muchos momentos de la vida sabemos que ese es el momento, ahora y solo ahora sabemos que no lo es. Hemos sido superados mentalmente por una sociedad que nos pide a gritos ser abandonada.

Bueno, y todo aquel que lea esto se preguntará: '¿y qué sociedad es esa? Porque yo vivo estupendamente en mi entorno y mi increíble teléfono de última genera...' Espera, ¿acabas de decir teléfono y generación? Sí, dos palabras que deberían usarse por separado y las has unido en una composición tan sumamente desastrosa que los expertos de informática se sorprenderían de ella. Esto se nos va de las manos desde el comienzo.

Pero espera, rebobinen al párrafo anterior. INFORMÁTICA. Sí, gracias a eso puede que me estén leyendo, pero no tiene que significar que sea algo tan importante como para que lo usemos en nuestro día a día. O sí.

En resumidas cuentas: Internet es nuestra perdición; y el teléfono, más de lo mismo. La vida se convierte en un círculo vicioso que pasa por varias estaciones de metro llamadas Iphone, Samsung y BQ, mientras que cuando no transfiere por estas se marcha por otras de autobuses como Google o Yahoo. Todo ello siempre y cuando no prefieras ver cómo ciertas personas se ganan el sueldo comentando peripecias de todos los tipos en el magnífico aeropuerto de YouTube.

Dios, si fuéramos animales nada nos podría controlar de esa forma. Seamos honestos, ¿cuántas veces hemos visto a nuestro perro viendo la tele? ¿Nunca? Pues vive junto a ti, y no creo que sea un ser tan inteligente como para aislarse de aquello que sienta que es negativo. (Ojo, no desprestigio a los perros. Al menos ellos tienen el placer de preocuparse únicamente por alimentarse y buscar un lugar en el que dormir en la casa).

Los animales ven la vida más simple que nosotros. Tienen algunas dificultades como que pueden ser depredados por cualquier otro, o que su reproducción se puede ver alterada por algún tipo de anomalía que el doctor no puede curarles. Pero, siendo como son, no han caído en una era puramente desastrosa en la que, cada vez más, nos precipitamos hacia el debacle.

Me hubiera gustado sentir lo que era el pasar todo un fin de semana sin saber absolutamente nada acerca de la persona a la que amabas y volver el lunes al instituto para contarle todos y cada uno de los detalles de ese interminable sacrificio que habías tenido que realizar al no poder ver sus ojos. También me gustaría que volviéramos a recuperar las llamadas de Navidad al teléfono fijo, o esos momentos en los que tu novia o novio no estaba en casa y, en el instante en el que su madre o padre se colocaba al habla, colgabas a toda prisa sin ni siquiera haber pensado qué estabas haciendo. Eso eran las verdaderas tecnologías. Tecnologías moderadas.

Actualmente, como ya he comentado, no es el momento. Nos encontramos en caída libre hacia la desaparición de la reflexión, del pensamiento, de las costumbres, la cultura de una familia, de la forma de quererse, e incluso de la propia esencia de la vida. Así pues, la única solución aparente es la de terminar pensando como animales, o, al menos, para quedar más próximos a nosotros, pensar como delfines, ya que, al parecer, son extremadamente semejantes a nuestra raza y, según el conocimiento actual, se espera que no terminarán fundando su propia multinacional de teléfonos acuáticos.

Nota: No tengo perro y perdonadme los fans de O'Neal, deben mejorar el tiro libre de esa estrella de la NBA. 

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