Kurt Cobain: ''25 años oliendo el desodorante de los incomprendidos''


Dibujo de Kurt Cobain libre de derechos. 

La eutanasia se entiende como derecho consustancial del ser humano. Uno puede decidir morirse, porque para eso lo han obligado a nacer. Qué menos que poder tomar la decisión que te apartará de los deberes de la vida. En Washington, en abril de 1994, todavía no era posible de elegir. Si Kurt hubiera sobrevivido hasta 2009, probablemente podría haberlo matado un médico, pero su ilustre asesina, en cambio, fue una escopeta.

            Unas notas de suicidio, sangre y algunos cigarros formaron una escena del crimen perfecta. Las estrellas que portaba en sus pies demostraban la importancia que para él había tenido llegar tan alto. Tras meses de desasosiego y preocupación, así como tres intentos previos de suicidio, había llegado su hora sin que nadie lo esperase, sin que ninguno de los que junto a él se postraba cada día lo imaginase.

            Así, libre de hacerse cargo de sus preocupaciones, se corrompió el riff del chico del Grunge. No fueron las drogas, ni los excesos, ni siquiera la desgracia sumada al día a día, sino la pesadez de ver que este mundo no cambiaba.

Y menos mal que se marchó, porque se hubiera decepcionado si hubiera seguido entre nosotros.

            No es de extrañar que hoy la sociedad se mueva entre estos parámetros. Los extremos crecen, y la juventud los sigue. El punto de inflexión lo marca el hashtag de Twitter más comentado del día, y eso bien nos lo hacen saber los medios de comunicación. El desarrollo del planeta está destruyendo culturas sin que a nada ni a nadie le importe. Y, ante todo, y no por ello menos importante, las personas se están perdiendo. Lo hacen en pantallas, lo hacen en su personalidad, buscando en cada momento de qué forma satisfacer la burda necesidad de ser mejor que su amigo de la red social. Hoy, el raro es condenado. Hoy, el que no sigue al resto es aniquilado socialmente.

            Cobain, que se voló el cráneo a los 27 años, vaticinó parte de este apocalipsis que viven ciertas personas. No solo demostró que había que venir tal y como eres, sino que lo llevó al mismísimo extremo. El equilibrio nunca estuvo de su parte, ni siquiera fue una salida para la vida de un músico que hizo arte, que convirtió el aburrimiento del Michael Jackson de los 90 en un nuevo estilo de música. Él sirvió de inspiración para cientos de jóvenes, que, abrumados por su suerte, tomaron su mismo camino: el de la lucha anárquica, sin rendirse a las reglas, contra lo prestablecido.

            Kurt rompió los esquemas, los hizo arder con sus impresiones sobre la vida, y democratizó algo que parecía estar al servicio de los reyes. No le importó marcharse pronto, porque así lo decidió. Poco más tenía que dar al planeta después de haberlo perfumando con su desodorante Teen Spirit. Poco más.

            Le dio lo mismo no componer, no deslizarse más sobre el mástil. Había dejado un legado, un eco en la eternidad imborrable. Un himno, una generación, unas emociones. Un estilo de vida: el de los incomprendidos.

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